Me ha impresionado positivamente la apertura, inteligencia, claridad y, quizá incluso, un poco de picardía del Papa Francisco al responder a los cardenales que ponen en duda su actuar.
Sin descalificar a nadie, como de otra parte sí lo hacen con él, su respuesta es una enseñanza de sinodalidad, precisamente a las puertas del inicio de este importante evento.
Una comunidad que dialoga, una comunidad que se reúne y se escucha, una comunidad que se sitúa más delante del Evangelio y no de tradiciones rituales e incluso dogmáticas que se suscitaron en contextos históricos sumamente diversos a los de hoy.
Una comunidad que se enfila en la acción del Evangelio, no espere tener como respuesta sólo domingos de ramos y aclamaciones, antes bien, muchos viernes santos e insultos, ya que, como su Maestro, será rechazada, calumniada y crucificada.
La Encarnación sigue siendo un elemento escandaloso para el ser humano. Una comunidad sinodal, deberá profundizar el sentido de esta EnCaRnAcIóN, acción de Jesús, el Hijo, en el mundo, que olvida sus prerrogativas divinas para estar entre nosotros (Filipenses 2, 6-7) y compartir, particularmente con aquellas y aquellos más olvidados, juzgados, condenados por la religión y la sociedad.